Es extraordinario quedarse en casa y ser sólo dos: apenas un momento para practicar el cello, unos minutos para sacar el trabajo pendiente. Por fortuna, siempre hay un tiempo detenido para reposar en él, donde el hogar se aísla de las calles y el tráfico, de las tribulaciones y obligaciones que exige la ciudad infinita. Y allí, entre Remedios Varo y Claude Monet, permanece suspendido ese recuerdo de la suerte de haberse encontrado.
Sin embargo, ese silencio al fondo es extraño; dulces sueños.
Las Alvear Pereida
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